Por qué en el cambio a la Constitución el mecanismo sí es importante

Muchedumbre controla los brazos de quien firma la ley (Lisa Haney - Image Stock Illustration)

Muchedumbre controla los brazos de quien firma la ley (Lisa Haney – Image Stock Illustration)

Que Chile está en permanente movilización no es novedad alguna.  Secundariosuniversitarios, los habitantes de AysénFreirinaPunta Arenas, junto a las protestas por conflictos socioambientales como HidroAysénPunta de ChorosCastilla o la nueva Ley de Pesca, han instalado la sensación de un nuevo ciudadano, uno más informado, más conectado y más dispuesto a expresar lo que no le parece bien o, de plano, considera que está mal.

Un análisis ligero pareciera indicar que el clamor por una transformación social se está tomando las calles.  Que los que se movilizan de norte a sur y de este a oeste, “daremos esta lucha cueste lo que cueste” según cantan en las calles y veredas, porque tienen el profundo interés de cambiar Chile desde sus cimientos.  Es la sensación que queda al evaluar la masividad y la diversidad de las marchas, e incluso las acciones directas de presión como las barricadas, los cortes de ruta o las propias funas.

Sin embargo, tal recuento no basta para llegar a la conclusión de que quienes protestan y los que adhieren a las demandas que recorren el país están efectivamente interesados en un cambio profundo de las reglas del juego.

Es probable que en muchos casos las motivaciones sean más de grupos de presión que de verdaderos movimientos sociales.  Y apunten más a demandas particulares que pueden ser abordadas sin cambiar un ápice el modelo social  e institucional que, precisamente, genera los problemas contra los cuales la ciudadanía se organiza y rebela.   Tener este tipo de aspiraciones, con vuelo a ras de suelo, les mantiene a nivel de grupos de presión.

Pero hay ocasiones en que los ciudadanos levantan la vista y toman consciencia de que paliativos efímeros como la beca, el subsidio y el bono sólo se justifican en la urgencia que imprime la desigualdad.  Y que la tarea no es enfocarse en los efectos y consecuencias de los problemas sino en su raíz, en sus causas.  Es el momento en que las personas comienzan a integrar un verdadero movimiento social.

Porque no es la falta de becas el problema, sino la mercantilización de un derecho básico como la educación.  No son las represas en la Patagonia, sino un modelo institucional que no permite la decisión local sobre iniciativas de alto impacto en los ecosistemas y la vida de sus habitantes.  No es la planta de cerdos en Freirina, sino permitir el soborno social para vulnerar derechos como el de vivir en un medio ambiente libre de contaminación.  No fue la cárcel en Alhué, sino la imposición centralizada de iniciativas de todo tipo dada la prácticamente nula incidencia que tienen las comunidades sobre lo que ocurre y no ocurre en sus territorios.

Este cambio de foco genera el acercamiento de causas que, concentradas en sus luchas particulares, se desarrollan separadamente.  Las que cuando comparten el diagnóstico de que lo principal es luchar por la redistribución de la riqueza, de las cargas socioambientales y del poder, pueden unificar esfuerzos.  Algo que, por cierto, no todos entienden.  Se asume así que sólo transformando de manera profunda el Chile actual y sus instituciones se logrará que esta últimas estén a disposición de lo que una mayoría demanda.  Una ciudadanía que no confía, como lo señalan todos los estudios de opinión, en los mandatados para realizar y llevar a cabo tales transformaciones, como son los poderes EjecutivoLegislativo y Judicial.

En Chile, un cambio profundo como el planteado sólo será viable si apunta al principal ordenamiento jurídico nacional, la Constitución.  Pero por la falta de legitimidad de las instituciones no se puede encomendar tal tarea a quienes durante más de treinta años, matices más matices menos, han mantenido el sistema tal cual lo conocemos hoy.  Esto se suma a que la forma en que nuestros representantes legislativos son elegidosno corresponde a un procedimiento de inmaculadas credenciales democráticas.

La hora de la refundación

Septiembre es simbólico.  Es el mes que reconocemos como el de la fundación de nuestra patria.  Es el de general adhesión (por el 18, no por el 11) a ese concepto en constante construcción que es la nación.   Es el que despierta el orgullo de pertenecer a un grupo de personas con quienes se comparten determinadas características culturales, historia.

La pregunta que muchos se hacen hoy producto de las protestas es si los chilenos realmente se sienten identificados con el camino que ha transitado el país en temas fundamentales para la vida en dignidad de toda persona, como son la salud, laeducación, la previsión social, si está conforme con la mercantilización de bienes comunes naturales como el agua, los minerales y la biodiversidad biológica en su amplia concepción.  Si está de acuerdo con el abuso y la imposición de modelos de vida a los pueblos originarios, las minorías sexuales, etc.

Por ello septiembre fue el mes propicio para discutir sobre las bases fundantes de nuestra República.  Una discusión que permitiera abrir el debate sobre la posibilidad de reescribir la Constitución de una forma verdaderamente democrática, como nunca antes en Chile se ha hecho.  Porque ninguna de las que nos han regido por más o menos años ha nacido del sentir mayoritario de la población, sino esencialmente de una elite que no ha pensado necesariamente en los anhelos de los ciudadanos que serían regidos por la principal norma nacional.  Ninguna.

Es en este contexto que una Asamblea Constituyente, que no es sinónimo de hordas lanzadas a las calles para destruir el Congreso, La Moneda y la Corte Suprema como algunos sectores han deslizado, cobra sentido.  Con un mecanismo democrático y representativo que mandate a los redactores de una nueva Carta Fundamental, la que debiera ser posteriormente sometida a plebiscito.

El planteamiento de «no nos enredemos en los métodos» siempre alude a la máxima de Deng Xiaoping de que «da lo mismo el color del gato, lo importante es que cace ratones».  Porque quienes señalan que el mecanismo no es lo  importante obvian que la democracia es, esencialmente, un modelo donde los procedimientos no son meros trámites sino que están en su esencia.  Si no se entiende así entonces no elijamos Presidente, mejor contratemos a una consultora para que seleccione al mejor gerente del país.  Da lo mismo que sea chileno, estadounidense, alemán, cubano o peruano.  Total, ¿no es lo más importante que el gato cace ratones?, como gustan expresar quienes quieren acotar la discusión sobre un método totalmente democrático para elaborar una nueva Constitución.  La democracia es sobre todo procedimientos, no entenderlo es simplemente tener escondido un pequeño dictador en el corazón.

Y aunque ejemplos existen en BoliviaVenezuela y Ecuador, que son los que intencionadamente utilizan quienes se oponen siquiera a que se discuta la idea, no son estos los únicos países donde se han llevado adelante procesos de este tipo.  Colombia en 1991, Brasil en 1988, Puerto Rico en 1950, en Islandia en 2010 forman parte del repertorio vigente.  Y, por cierto, la primera de la historia, la de Francia en 1789.

Sería voluntarista proponer para Chile un proceso constituyente igual a cualquiera de los aquí mencionados.  Cada país debe recorrer sus propios caminos, combinando su historia, su cultura, su identidad, en el fondo, su realidad, con principios altamente democráticos de participación y representatividad.  Aunque el concepto tenga una carga intrínsecamente peyorativa, debe ser un proceso “a la chilena”.  O, para que se lea mejor, “la vía chilena a una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución”.

Lo que está claro es que para avanzar en esta dirección se debe hacer con el convencimiento mayoritario de la población.  Por tanto, una vía democrática para hacerlo es la del plebiscito.  Que los chilenos podamos expresar vinculantemente si estamos de acuerdo o no con el inicio de un proceso constituyente. Donde incluso, por las reglas lógicas de este tipo de procedimientos, quienes no están de acuerdo puedan expresarlo y tener la oportunidad de sumar a una mayoría a su posición.

Las voces disidentes ya se alzaron, y dos de los principales diarios de Chile, La Tercera y El Mercurio, iniciaron una campaña del terror.  Todo desde el momento en que se abrió a la idea el presidente de la DC, Ignacio Walker, quien desde siempre ha señalado que la democracia plebiscitaria y asambleísta no le convence.  También desde el gobierno y la Coalición por el Cambio salieron voces a cuestionar la propuesta.  Una idea que sería vista con buenos ojos por una parte importante del PPD, los socialistas y los radicales, además de otras fuerzas de la oposición.

El debate se ha abierto a pesar de que en las palabras de Walker más que un mensaje para los convencidos hay un dejo de amenaza a sus socios de Renovación Nacional, particularmente a su presidente Carlos Larraín, a quien pareciera decirle “no desahuciemos nuestro acuerdo por cambios institucionales desde el Congreso y los partidos políticos dominantes, porque de otra forma me obligarás a adherir a la causa de quienes quieren demoler la institucionalidad”.

Pero aunque la discusión se ha concentrado en si la Concertación está de acuerdo o no con la idea, lo concreto es que esta se viene impulsando desde la ciudadanía desde hace ya varios años, y son organizaciones como el Comité de Iniciativa por la Asamblea Constituyente y Redes Chile, entre muchas otras a lo largo del país, las que han mantenido en alto la esperanza de que es posible transformar Chile desde sus bases.

Al ser este un proceso que requiere ampliar su musculatura con más chilenos, independiente de su origen político, social y cultural, todos son bienvenidos.  Por eso si alguien quiere sumarse por convicción incluso al corte de cinta, bienvenido será porque también aporta.  Lo que sí se le exigirá por mínimo pudor es que no se intente apropiar de la tijera.  Y si se quiere subir al carro de la victoria, también, pero que no se instale en el asiento del conductor con las riendas en la mano.  Si así fuere, es probable que más que ayudar contamine un proceso con largo camino recorrido de construcción social.

De la construcción social del nuevo Chile que transita el épico camino de la refundación nacional.

Acerca de psegura

Periodista de Coyhaique. Involucrado en el desarrollo sustentable de la Región de Aysén, en la Patagonia chilena. psegura@gmail.com (56-99) 9699780 skype: patricio.segura / twitter: patsegura
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